Mario Lettieri y Paolo Raimondi en MSIA Informa
La situación financiera del Deutsche Bank (DB), el mayor banco alemán, exige atención. No tanto para polemizar, sino por la necesidad de un enfrentamiento conjunto del difícil reto que alcanza a la Unión Europea (UE) y al propio sistema bancario y financiero internacional.
Desde inicio del año, las acciones del banco cayeron más de 40%. Esto no ocurrió debido a una eventual falta de confiabilidad en el gobierno alemán. O por la decisión de la administración de reducir en casi diez mil la plantilla de empleados. Y tampoco por la reciente reducción de su calificación de riesgo hecha por la agencia norteamericana Standard & Poor’s.
Desde nuestro parecer, los motivos reales deben buscarse en los efectos de la conversión del banco, de banco comercial en banco de inversión especulativa.
Este fue francamente admitido por su economista en jefe, David Folkerts-Landau en una reciente entrevista al periódico alemán Handelsblatt, donde afirma que a partir de la década de 1990, la administración transformó al banco en una especie de fondo “hedge” especulativo de tipo anglosajón. Con esto, pasó a ser obligatorio obtener un retorno anual del 25% sobre el capital, aunque “aceptando correr grandes riesgos financieros y éticos”.
Hacia finales de los años 80, el Deutsche era el banco más comprometido en apoyar grandes proyectos industriales, pero, desafortunadamente, al igual que muchos bancos lo hicieron, pasó a favorecer el riesgo y la especulación, en detrimento de la economía real.
Algunos analistas independientes afirman que, si hubiera una vinculación de la situación emblemática del DB con la burbuja de la deuda corporativa global, podríamos estar cerca de una nueva crisis de liquidez, estilo la de 2008.
Por si las dudas, recientemente el Banco Central Europeo (BCE) solicitó al DB simular una “escenario de crisis” para evaluar los costos y los efectos sistémicos de un cese repentino del departamento del banco de inversión operando con derivados y otras transacciones financieras de alto riesgo en los mercados de Londres y New York.
Sin duda, el DB no es un “taburete” cualquiera y sus directivos se están esforzando para demostrar que, en teoría, cuenta con garantías importantes, una liquidez significativa y una tasa de solidez, la llamada CET1 (“Common Equity Tier”1) de 13.4%, más allá de los niveles exigidos por el BCE. Este índice mide la cantidad de capital propio en relación a los activos en riesgo.
Todo esto es verdadero. De hecho, quien está en riego de incumplimiento no es el DB como un todo, sino su componente de banco de negocios, el cual está arrastrando a toda la institución hacia el fondo, con sustanciales daños en los últimos tres años. Hasta la cultura popular lo sabe: una manzana podrida no desechada puede echar a perder la canasta entera.
Basta leer el informe anual de 2017 del banco. Expone dos números impresionantes: un daño de 124 mil millones de euros en el sector de derivados, en relación a 2016, mientras que el valor hipotético total de derivados del banco subió de 42.9 billones de euros a 48.3 billones (para comparar, el PIB mundial de 2017 se estimó en cerca de 66 billones de euros). De estos, casi el 90% serían los notorios “derivados de ventanilla” (OTC) negociados fuera de los mercados regulados.
Sin embargo, en bien de la objetividad, no se pueden rechazar las afirmaciones de los administradores del DB, según la cuales, el banco viene siendo desde hace algún tiempo el blanco de una “atención particular” y también de ataques dentro de los Estados Unidos, como si cargaran de las todas las irregularidades financieras perpetradas en los últimos años por todos los bancos “demasiado grandes para caer” –principalmente, el Goldman Sachs, JP Morgan, etc.
En septiembre de 2016, el periódico Wall Street Journal informó que el Departamento de Justicia de los EUA había iniciado procedimientos legales contra el DB, buscando una multa de hasta 14 mil millones de dólares bajo la acusación de haber usado hipotecas dudosas durante la gran crisis. En general, hechos similares se mantienen en absoluta reserva, para evitar consecuencias en los mercados y su buscan posibles acuerdos. En el caso específico del DB, después de una intervención del gobierno alemán, la multa fue estipulada en la mitad de aquella suma.
No obstante, la imagen del banco ya estaba fuertemente comprometida, pues al punto de hoy, se habla de su salida del mercado estadounidense. Al final, hasta la Reserva Federal abrió en el 2017, otras cuatro acciones judiciales contra él, con multas que llegaron a los 200 millones de dólares. Hoy el “Fed” está ajustando la dosis y habla de “condiciones problemáticas” en las cuales incurriría el BD.
Si las prácticas de los grandes bancos internacionales siguen distorsionando los mercados, ciertamente, el riesgo de una nueva crisis se volvería más concreto. Este es más un problema global que debe enfrentarse con urgencia, especialmente, en Europa.